Louis Le Prince (1842 – desaparecido en 1890) un nombre bastante desconocido y olvidado en la historia, es el hombre detrás de una película que ostenta el título de ser la película más antigua de la que se tenga conocimiento llamada “La escena del jardín de Roundhay” una película de 2 segundos en donde una familia camina en un jardín. Le Prince puso uno de las primeras piedras en la creación de esa maravilla llamada cine, sin embargo no sería testigo de su nacimiento debido a su misteriosa desaparición en 1890, 5 años antes del nacimiento del cine.

Afortunadamente la historia y la curiosidad científica no permitió que todo terminará ahí, en Estados Unidos nombres como el del  famoso Thomas Edison y su joven asistente británico William K.L. Dickson quienes en menos de 6 años pasaron de ser amigos a rivales, hicieron varios experimentos y pusieron sobre la mesa varias ideas para hacer de este invento de la imagen un movimiento algo más trascendental que un simple evento científico, un pareja besándose, un hombre estornudando, unos herreros martillando e incluso unas imágenes pintadas a mano de una mujer bailando entre otras. Un buffet de imágenes y escenas con las que se pretendía hacer de  este experimento una piedra angular en el entretenimiento de las personas, una alternativa para aquellos que buscarán entretenimiento a bajo costo y de forma efectiva. El invento lograría este propósito llegaría a unas escalas superiores y totalmente inimaginables tanto para la cabeza de Edison como de cualquier persona que habitará el mundo en esa época.

Al otro lado del atlántico  el cine encontraría su salvación, su nombre, su forma y su arte. Cuando los hermanos franceses Lumière, crearon a modo de experimento una cámara que podía grabar y al mismo tiempo proyectar lo grabado en la misma cámara. Bautizarían a su invento cinematógrafo, una especie de traducción francesa del invento de Edison. Y llamarían un pequeño grupo de científicos para hacer una primera exhibición de prueba en su garaje, la intención de los Lumière no era exhibir imágenes en movimiento en un salón cerrado, la idea de ellos era vender su cámara seguramente para que se le diera un uso como el que en un futuro tendrían las cámaras de video personales.

Aunque no era la intención de los Lumière entenderían en esa pequeña función privada que el interés de su público fue mayor por el hecho de ver imágenes en movimiento proyectadas sobre una gran pantalla que adquirir una cámara que tal vez no todos podían o querían operar lo que los llevó a hacer una exhibición comercial en un lugar llamado “Salon indien” del Grand Café en París, donde proyectaron 10 de sus películas para 33 espectadores que se asustaron al ver que un tren se acercaba a ellos desde una pantalla en “La Llegada del Tren” que rieron con las travesuras de un niño y un jardinero en “El Regador Regado” y se enternecieron al ver a un bebé siendo alimentado por sus padres en “La Comida del Bebé”

Propiedad: Paramount Pictures

 

Esos 33 espectadores serían los testigos del nacimiento del cinema, porque las imágenes en movimiento se hacen cine cuando son vistas por un público, cuando ese público puede comentar sobre ellas, puede sentir y conocer las emociones experimentadas por otro, pero al mismo tiempo puede vivir unas propias. El cine nace con la exhibición, con la masificación, con el olor a crispetas, con escuchar las risas, los gritos y los sollozos de los demás. Con sentir la mano de la pareja en la oscuridad algunas veces por una primera vez y la incomodidad ante una escena que no se debería ver acompañados, con sentir la molestia de las personas pateando el espaldar de las sillas. El cine nace en las salas de cine.

 

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